Favorecer el cuidado

El dolor total, específico del final de la vida, incluye el dolor físico, el psíquico, el social y el espiritual. Cada uno se afronta de una manera específica: el físico, mediante el tratamiento; el psíquico, con el acompañamiento y permitiendo que la persona exprese sus sentimientos; el social, descubriendo nuevos roles cuando se han perdido los anteriores; el espiritual, ayudando a superar la falta de sentido devolviendo el sentido. Cuando esta situación de dolor lleva a plantearse “yo no quiero vivir así”, si se cambia el “así” el 99% de las personas quieren seguir viviendo. La clave está en que sientan que llevan una vida “digna”. Pero ¿qué significa vivir “dignamente”?

La dra. Mercè Gil, especialista en Hospitalización a Domicilio (HAD) del Hospital de Bellvitge, explica cómo el reconocimiento de la dignidad cobra relevancia en el cuidado de las personas más vulnerables. El cuidador es como un espejo donde se mira la persona cuidada y esta descubre su dignidad por cómo la miran.

¿Qué influye en que una persona sienta que es digna?

  1. Si se la trata como persona, no como objeto. Conocerla darle el cuidado como ella desearía.
  2. Si se siente de igual valor que los demás. Reconocer su legado, su historia personal.
  3. Si se respeta su control y autonomía: se cuenta con ella, no se decide por ella.
  4. Si no se siente grosera, degradada. Evitar que se sienta una carga.

En resumen, ser visto como una persona con el mismo valor, que no aparece como tonta, avergonzada o degradada, a quien se da un confort físico, emocional y espiritual. La persona cuidada percibe su dignidad a través de la actitud del cuidador, de sus emociones. Sólo si descubro qué me aporta una persona puedo comunicarle dignidad.

Algunos aspectos específicos que se pueden tener en cuenta:

  • Cuidado de la higiene y la presentación personal. Respetar su autonomía e intimidad.
  • Respecto a la privacidad de cada uno. No ser invasivo. Mantener las conversaciones privadas. No romper la confianza.
  • Conocer y respetar el legado que deja la persona, como se identifica en el mundo. Reconocer lo que han hecho, escuchar sus historias.
  • Mantener la normalidad: celebrar el santo aunque la persona esté enferma, por ejemplo. Conocer sus gustos.
  • Evitar los comentarios negativos. Que no se sienta una carga.
  • Escuchar incluso en casos de agresividad, dejar que la persona exprese su rabia o decepción. Ayudar que pueda explicar lo que le pasa y qué necesita. Evitar los gritos.